Reino Unido quiere estandarizar el etiquetado en una única indicación que señale la fecha en la que el producto no es seguro. El objetivo: dejar de tirar comida en buen estado.
Tiene hambre y la despensa está prácticamente vacía. Tan sólo queda un paquete de galletas en un estante, pero trae malas noticias impresas en su envoltorio: la fecha de consumo preferente expiró hace tres días. ¿Qué hace?, se las come? ¿Las tira por temor a una intoxicación?
Las autoridades británicas se están planteando acabar con este tipo de dudas alimenticias de un plumazo. Su intención es eliminar las distintas etiquetas que se utilizan hoy en día para indicar la vida útil de un producto y apostar por una única información que haga referencia al momento en que su consumo puede ser peligroso para la salud. La iniciativa, que de momento sólo pretende guiar a productores e intermediarios, tiene como objetivo evitar que se sigan tirando diariamente toneladas de comida en buen estado.
“Estoy consternada por la cantidad de alimentos que van a la basura cada día. Si las fechas de la etiqueta son parte del problema, entonces tendremos que hacer algo para solucionarlo” ha señalado Caroline Spelman, secretaria de Medio Ambiente del Reino Unido.
Aunque en menor medida que en el país británico, en España también existen distintas denominaciones para establecer el periodo en el que un producto puede ser consumido con total seguridad. En general, se utiliza la fecha de caducidad con los productos muy perecederos, como los preparados cárnicos, en los que la presencia de microorganismos puede resultar muy peligrosa tan solo unos días después de su preparación.
En cambio, en los alimentos en los que el paso del tiempo es menos nocivo –como es el caso de las galletas o cereales- suele utilizarse la indicación consumir preferentemente.
En principio, son los fabricantes quienes establecen los plazos de caducidad, siguiendo unas indicaciones generales que marca la ley. Si la vida del producto es menor de tres meses, debe de aparecer el día, el mes y el año en que dejará de ser apto. Si el periodo está comprendido entre los tres y los 18 meses, basta con indicar el mes y el año, y finalmente si se superan los 18 meses, simplemente hay que hacer referencia al año a partir del cual su consumo no se recomienda.
Según un estudio realizado por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) hace unos años, la vida máxima que generalmente se establece, por ejemplo, para un yogurt- desde su elaboración y siempre que se conserve debidamente en el frigorífico- ronda los 28 días. La pasta fresca puede sobrevivir tres semanas si está adecuadamente refrigerada, mientras que, en el caso de las galletas, su viabilidad suele ser mayor a los seis meses. Algunos productos, como las bebidas alcohólicas de más de 1º grados ó el vinagre, están exentos de la obligación de indicar su fecha de caducidad ya que, en general, se considera que consumirlos mucho tiempo después de su elaboración no entraña riesgos para el organismo humano.
Para Ileana Izverniceanu, portavoz de la OCU, la coexistencia de las dos indicaciones de tiempo de utilización de los alimentos no tiene por qué suponer un problema. “Lo que hay que conseguir es que la gente aprenda a interpretarlas, que sepa que comer una magdalena pasada de fecha dos días no le provocará una intoxicación”, señala.